Hace mucho tiempo, en una aldea rodeada por un espeso bosque, vivía un grupo de personas en paz con la naturaleza. Pocos recordaban desde cuando había estado ahí el poblado. Vivían de lo que producían respetando la naturaleza y adorándola. Tenían una profunda creencia en los dioses de los elementos, la tierra, el fuego, el aire... Todo era tranquilo hasta que un día algo pasó. Los niños empezaron a desaparecer noche tras noche. Un extraño ser venía al poblado y se los llevaba mientras dormían. La tristeza y el miedo dominaron el lugar. No se atrevían a salir de sus casas durante la noche por miedo a ese ser. Hasta que un día, reuniendo todo su valor, cinco hombres decidieron hacerle frente.
Se encontraron al caer el sol en un claro del bosque y empezaron un ritual, rezando a los dioses de la naturaleza para que los ayudasen. Era la mejor manera que se les ocurrió de luchar contra un ser sobrenatural ante el que los hombres nada podían hacer. Mientras realizaban su ritual, apareció el monstruo que tanto los hacía sufrir. Medía más de dos metros y parecía más hecho de aire que de materia real, era como un espíritu. Apareció en medio de ellos haciéndoles retroceder en un círculo a su alrededor. El más anciano de los hombres reunió el valor para seguir suplicando en voz alta a sus dioses que le dieran fuerza para sujetar al ser. Extendió su brazo y de él salió una especie de energía en forma de mano enorme que aferró al espíritu entre sus dedos. Vieron cómo su cuerpo se iba volviendo más y más visible, como si se tornara humano. Sus compañeros, animados por el efecto que habían tenido sus palabras, siguieron su ejemplo. El segundo hombre se dirigió al elemento agua pidiéndole su ayuda y de repente, una tormenta estalló sobre el ser ahogándolo. El tercero rogó al aire y un viento huracanado rodeó a su enemigo elevándolo del suelo. El cuarto rezó al fuego y de la antorcha que portaba salió una llama enorme quemando al horrible ser que aullaba de dolor. El último hombre dirigió su plegaria a la madre tierra y ésta se abrió a los pies de su enemigo engulliéndolo en una grieta tan profunda que no parecía tener fin.
Al terminar la batalla, los hombres, agotados, miraron a sus pies y vieron que el suelo, en la superficie que ocupaban, había cambiado de color, dando forma a una estrella de la que ellos eran cada una de las puntas. A partir de entonces, tomaron esa estrella de cinco puntas como símbolo de protección de sus dioses y la tenían presente en todos sus rituales. Representando cada punta la fuerza del espíritu, la tierra, el agua, el fuego y el aire.
Se encontraron al caer el sol en un claro del bosque y empezaron un ritual, rezando a los dioses de la naturaleza para que los ayudasen. Era la mejor manera que se les ocurrió de luchar contra un ser sobrenatural ante el que los hombres nada podían hacer. Mientras realizaban su ritual, apareció el monstruo que tanto los hacía sufrir. Medía más de dos metros y parecía más hecho de aire que de materia real, era como un espíritu. Apareció en medio de ellos haciéndoles retroceder en un círculo a su alrededor. El más anciano de los hombres reunió el valor para seguir suplicando en voz alta a sus dioses que le dieran fuerza para sujetar al ser. Extendió su brazo y de él salió una especie de energía en forma de mano enorme que aferró al espíritu entre sus dedos. Vieron cómo su cuerpo se iba volviendo más y más visible, como si se tornara humano. Sus compañeros, animados por el efecto que habían tenido sus palabras, siguieron su ejemplo. El segundo hombre se dirigió al elemento agua pidiéndole su ayuda y de repente, una tormenta estalló sobre el ser ahogándolo. El tercero rogó al aire y un viento huracanado rodeó a su enemigo elevándolo del suelo. El cuarto rezó al fuego y de la antorcha que portaba salió una llama enorme quemando al horrible ser que aullaba de dolor. El último hombre dirigió su plegaria a la madre tierra y ésta se abrió a los pies de su enemigo engulliéndolo en una grieta tan profunda que no parecía tener fin.
Al terminar la batalla, los hombres, agotados, miraron a sus pies y vieron que el suelo, en la superficie que ocupaban, había cambiado de color, dando forma a una estrella de la que ellos eran cada una de las puntas. A partir de entonces, tomaron esa estrella de cinco puntas como símbolo de protección de sus dioses y la tenían presente en todos sus rituales. Representando cada punta la fuerza del espíritu, la tierra, el agua, el fuego y el aire.
Nunca más se volvió a ver por aquellas tierras un ser como aquel que las fuerzas de la naturaleza habían logrado derrotar.
Buen cuento
ResponderEliminarGracias!
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